viernes, 24 de abril de 2009

La Vasectomia puede ser reversible



Llega una etapa en la vida de cualquier hombre donde toma decisiones importantes, entre ellas la de ya no tener más hijos. Es así, que comienzan los cuestionamientos personales sobre si es necesario o no pasar por una vasectomía, cirugía donde se hace un pequeño corte al escroto y se anudan los conductos, evitando el paso de los espermatozoides.

Cuando se presentan circunstancias de cambio como la muerte de hijos, mejoras económicas, y lo más frecuente, segundas nupcias tras divorcio ó viudedad y se busca nuevamente se padre, la ciencia proporciona una nueva oportunidad a través de un procedimiento quirúrgico llamado “vasovasostomía”.

Para revertir una vasectomía, los dos tubos que llevan el semen desde los testículos hasta la uretra se deben volver a unir. Estos tubos se llaman conductos deferentes. La operación implica una microcirugía a nivel del escroto. Luego se localizan los dos extremos del conducto deferente de cada lado y se vuelven a unir con cuidado.
Pero esta reversibilidad depende de algunos factores como el tiempo transcurrido. La posibilidad de éxito disminuye dependiendo de la edad del hombre y el tiempo que haya transcurrido entre la vasectomía y el nivel de la misma.

En general, la intervención es un éxito, obteniendo espermatozoides en el semen en más del 50% de los pacientes, pero no todos estos serán capaces de dejar embarazadas a sus parejas. Uno de los factores que influye es la excelente salud ginecológica de la mujer la cual es imprescindible para lograr un embarazo.

Ocasionalmente, la reversión de la vasectomía falla. En ese caso podría ofrecerse una repetición del procedimiento, pero por lo general, la segunda reversión es técnicamente más difícil que la primera, debida a la formación de tejido cicatrizante. Por lo demás, la fertilización in vitro podría ser una solución.

jueves, 16 de abril de 2009

Congelando el futuro



Las mujeres de hoy en día, por las diversas tareas que cumplen en la sociedad, postergan la maternidad. Ahora para ellas tener un bebé y dedicarle parte de su tiempo ha quedado relegado por la posibilidad de una mejor posición laboral, un viaje al extranjero o una maestría.

Y es que llegar a los 30 años y que una mujer no tenga hijos es algo normal en la civilización actual. Pero pasados los 35, el reloj biológico parece ya pasarles la factura, y la presión por ser madre llega acompañada muchas veces de una soltería que no parece ser ocasional. Es así, que los embarazos tardíos aparecen como desafiando a la naturaleza.

Pero una posibilidad puede hacer que las treintañeras que buscarán la maternidad más adelante, cuenten con una opción: la de congelar sus óvulos. Esto debe darse durante los años más fértiles de una mujer.

Después de los 30 años los óvulos empiezan a perder vitalidad. Mientras más años pasan para una mujer, menos posibilidades de embarazarse y tener hijos con complicaciones.

La alternativa que se realiza en el Perú es sencilla y consiste en congelar unos cuantos óvulos, y sólo fecundar los necesarios para conseguir un embarazo cuando la mujer lo desee. Si la mujer no quedara embarazada, se descongelarían los óvulos para realizar otro ciclo.

Sin embargo, algunos expertos señalan que el uso de óvulos congelados en tratamientos de fertilización no siempre funciona, porque es una técnica que no tiene un porcentaje del 100% de éxito.

Mi consejo para las mujeres es que tengan a sus bebés cuando todavía son jóvenes y no se aventuren a postergar sus embarazos ni pongan sus esperanzas. No hay porque congelar su futuro, sin embargo, la ciencia les da la posibilidad de hacerlo. Tomen ustedes mismas la decisión.

Adictos al deporte Doctor Alberto Tejada Noriega (urólogo)


Los estándares de la sociedad actual hacen que el hombre y la mujer busquen de manera desesperada el perfeccionamiento del cuerpo. Es así que comienzan las incansables rutinas de ejercicios aeróbicos y pesas, acompañados de debilitantes dietas y suplementos quema grasa para lograr la figura deseada.


Permanecer más de dos horas diarias en el gimnasio, los siete días de la semana, generan una adicción difícil de superar. Esa dependencia al ejercicio es conocida como “vigorexia”, y es un trastorno en el cual las personas realizan prácticas deportivas en forma continua, con un fanatismo prácticamente religioso, sin importar las consecuencias.

La adicción es una manifestación obsesiva, y como toda obsesión es una patología clínica. Esto es propio de una personalidad con baja autoestima, y muchos de ellos tienen dificultades para integrarse totalmente en actividades sociales.

La adicción al deporte lo único que genera es una dependencia inexplicable, que sólo puede ser curada por uno mismo. Es recomendable entonces, antes de comenzar con una rutina de ejercicios, pasar por un especialista. Sólo así se sabrá con seguridad que se ha tomado el camino correcto para estar sanos.

viernes, 10 de abril de 2009

Castidad masculina


Se puede catalogar la virginidad de un hombre y una mujer como el hecho de no haber sostenido relaciones sexuales. La diferencia para la mujer es que la virginidad es más un hecho anatómico (pérdida del himen), y para el hombre es un hecho conceptual, es decir un ideal de vida.



En el caso del varón, se habla también de castidad para señalar la ausencia del sexo y de placeres sexuales. Aunque suene raro, aún existen hombres que trazan la virginidad como un objetivo de vida. Son aquellos que no han tenido un acto, contacto, coito (penetración pene-vaginal) con alguna mujer.

Pero desde mi experiencia personal, la virginidad masculina puede atentar contra la fisiología espontánea y natural, y en algunos casos contra el lenguaje y el vínculo que significa la sexualidad plena en pareja. Cuando llega el momento en que un hombre decide entonces que sus deseos fluyan, se encuentra parametrado por sus convicciones asumidas durante la vida. No surge la comunicación y se inicia una inexplicable disfunción sexual y el deterioro en algunos casos de la relación de pareja.

Surge entonces la necesidad de recibir una terapia para lograr esa compenetración, que les permitirá a ambos romper el hielo para que comience a fluir la libertad de sentimiento y de pensamiento. La virginidad se presenta entonces como una opción de vida, pero queda claro que el hombre puede tener perjuicios futuros que deberán ser asumidos.

Es decisión de cada varón, dependiendo de sus convicciones familiares, personales y religiosas, optar por la virginidad. No obstante, es importante reflexionar sobre este tema, no sublimarlo y optar por la mejor opción con absoluta libertad que cada uno considere válida para su vida.

viernes, 3 de abril de 2009

El rol de un niño - padre



Desde que estamos en el vientre materno, nuestras hormonas ya están activando nuestra vida. Un no nacido, por ejemplo, puede tener erecciones, y el simple hecho de acariciar a un bebé y estimular su piel puede generar en él respuestas. Sus sentidos son receptores de esa caricia, de ese estímulo que, aunque con fines de amor maternal o paternal, les produce algún tipo de reacción.
A partir de los seis años es muy frecuente observar erecciones en los niños. Ellos se encuentran en la etapa de exploración, y éstas se observan al bañarlo o mientras lo visten.


A esta edad, los niños suelen jugar a los “doctores” y la curiosidad los lleva a explorarse a sí mismos y a los demás. Sin embargo, se pueden presentar conductas sexuales inapropiadas como el juego excesivo con sus genitales, lenguaje y gestos sexuales continuos, y actividad sexual en público.

Esto, acompañado de lo que los niños perciben de los medios de comunicación y el exterior en general, provocan que su iniciación sexual sea antes de lo que debería. Asumen así el rol de niños y padres, trayendo consecuencias en su futuro tanto físicas como psicológicas. Los niños adoptan un rol que no le corresponde a su edad, no porque biológicamente no lo pueda tener, sino que está adoptando una etapa por imitación.
El desarrollo sexual apropiado en los niños depende, en gran medida, de la preparación de los padres para asumir este papel. Es necesaria la orientación debida y evitar que nuestros hijos intentan asumir roles que no les corresponden. La receta ideal es la comunicación.